Hoy doy por finalizado un ciclo imprevisto. Finaliza un año de investigación intensiva.
En este tiempo, he roto piezas, probado arcillas, explorado esmaltes, texturas y cocciones, y sentado las bases para el desarrollo y comercialización de mi propia línea cerámica. Seguiremos cociéndola a fuego lento, sin prisa, y a lo largo de este año tendremos la versión definitiva de nuestra cerámica con piel.
También he podido perfeccionar mi propio método de trabajo en el torno y desarrollar conceptos nuevos como la respiración, la ergonomía y la conexión mano cerebro. Todo ello, serán contenidos novedosos en nuestras próximas masterclass, tanto a nivel iniciación como en fases mucho más avanzadas.
Recogí setas, castañas y cerezas, pedaleamos hasta el fin del mundo en Finisterre y hasta el límite de la belleza en mi Asturias del alma.
Tuve tiempo para escribir sobre arte y emociones, incluso conocí algún loco que me anima a publicar. Aprendí de fotografía y también de edición de vídeo porque los alfareros hemos de cerrar el círculo.
Trabajé para enriquecer aún más nuestra iniciativa de alfarería y coaching para empresas, diseñando nuevas sesiones y ampliando la propuesta teórico/ práctica.
Leí mucho, me escuché un poco mejor (creo) y conocí gente maravillosa. Reconocí la intensidad de cada estación del año, caminé entre la nieve, y aunque hubo días de lluvia, jamás dejé de ser un niño.
Por eso para terminar capítulo, no hablaré de ti bicho, salvo para abrazar a los que han sufrido. Prefiero hablar del tiempo y de lo importante que resulta aprovecharlo, exprimirlo y vivirlo como si fuese nuestro último soplo de aliento. Hablaré de proyectos y oportunidades nuevas. Todo ello gracias a mi familia, que me apoya, y me recuerda que sin ellos nada sería posible.
Gracias 2020 por darme la oportunidad de volver a mis raíces. Retomaremos los talleres siendo más fuertes y más sabios, pero también siendo conscientes de nuestra vulnerabilidad.